Esto es lo que realmente comía el megalodón para satisfacer su requerimiento diario de 100.000 calorías, según nuevo estudio ...Middle East

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Esto es lo que realmente comía el megalodón para satisfacer su requerimiento diario de 100.000 calorías, según nuevo estudio

Por Jacopo Prisco, CNN

Lo que los científicos pensaban sobre los voraces hábitos alimenticios del colosal megalodón podría ser objeto de revisión.

    Según un nuevo estudio, el depredador prehistórico que se extinguió hace unos 3,6 millones de años no cazaba solo grandes mamíferos marinos como las ballenas, tal como pensaban los investigadores. Si no que, los minerales hallados en los dientes fosilizados revelan que el megalodón podría haber sido un oportunista y alimentarse de otras especies para poder cumplir con su notable requisito alimentario de 100.000 calorías por día.

    “Cuando estaban disponibles, probablemente se habría alimentado de presas grandes, pero cuando no estaban disponibles, era lo suficientemente flexible como para alimentarse también de animales más pequeños para satisfacer sus requisitos dietéticos”, dijo el autor principal del estudio, Jeremy McCormack, geocientífico de la Universidad Goethe en Frankfurt, Alemania.

    El estudio, publicado el lunes en la revista Earth and Planetary Science Letters, también mostró que había diferencias regionales en los hábitos alimenticios del tiburón gigante. El hallazgo sugiere que el megalodón iría tras lo que fuera que estuviera en sus aguas, devorando a otros depredadores superiores y presas más pequeñas por igual.

    “No se concentraban en ciertos tipos de presas, si no que deben haberse alimentado a todo lo largo de la cadena alimentaria, de muchas especies diferentes”, dijo McCormack. “Si bien es cierto que se trataba de un feroz superdepredador, y probablemente nadie más se alimentaría de un megalodón adulto, está claro que ellos mismos podrían alimentarse de casi todo lo demás que nadaba a su alrededor”.

    El megalodón atacaba a su presa con una mordida feroz y dientes aserrados letales que podían alcanzar hasta 18 centímetros (7 pulgadas) de largo, el tamaño de una mano humana. Los dientes del superdepredador, abundantes en los registros de fósiles, son los que McCormack y sus colegas utilizaron para realizar un análisis geoquímico, revelando nuevas pistas que podrían poner en duda el papel del megalodón como único rey de los mares en el pasado.

    No es la primera vez que un estudio pone a prueba los conocimientos previos sobre la enorme criatura marina. De hecho, muchas preguntas siguen sin respuesta sobre el Otodus megalodon —su nombre científico significa “diente gigante”— ya que nunca se ha descubierto un fósil completo. La falta de pruebas contundentes se debe al hecho de que los esqueletos de los peces están hechos de cartílago más blando y no de hueso, por lo que no se fosilizan muy bien.

    Investigaciones recientes hallaron que el animal era de sangre más caliente que otros tiburones, por ejemplo, y hay un debate en curso sobre su tamaño y forma. Los científicos que crearon una reconstrucción en 3D sugirieron en 2022 que el megalodón era aproximadamente tres veces más largo que un gran tiburón blanco: unos 52 pies (16 metros). Sin embargo, un estudio de marzo planteó la hipótesis de que el mega tiburón era en realidad mucho más grande, hasta 80 pies (24 metros) de largo e incluso más largo que la versión ficticia del éxito de taquilla de 2018, la película “The Meg”, que sugería que el antiguo depredador medía 75 pies (23 metros) de la cabeza a la cola.

    En cuanto a los hábitos alimenticios del megalodón, determinar lo que comía basándose en las pruebas suministradas a través de fósiles plantea desafíos, según McCormack. “Sabemos que se alimentaban de grandes mamíferos marinos por las marcas de mordeduras de dientes halladas en ellos”, dijo. “Por supuesto, se pueden ver marcas de mordeduras en los huesos de los mamíferos marinos, pero no se verán si se alimentan de otros tiburones, porque los tiburones no tienen huesos. Así que ya hay un sesgo en este tipo de registro fósil”.

    Para obtener más información sobre la selección de presas del megalodón, McCormack y sus coautores observaron los dientes fosilizados del tiburón gigante y los compararon con los de otros animales que vivieron en la misma época, así como con los dientes de los tiburones modernos y otros depredadores como los delfines. Los investigadores utilizaron especímenes de colecciones de museos y muestras de cadáveres de animales varados en las playas.

    Específicamente, el equipo del estudio realizó un análisis de laboratorio de zinc, un mineral que se adquiere solo a través de los alimentos.

    El zinc es esencial para los organismos vivos y desempeña un papel crucial en el desarrollo de los dientes. La proporción de isótopos ligeros y pesados de zinc en el esmalte de los dientes de los tiburones conserva un registro del tipo de materia animal que comían.

    Diferentes tipos, o isótopos, de zinc se absorben cuando los peces y otros animales comen, pero uno de ellos, el zinc-66, se almacena en el esmalte dental en menor cantidad que otro, el zinc-64. La proporción que existe entre esos isótopos de zinc se agranda cuanto más se aleja un animal del nivel más bajo de la cadena alimentaria. Eso significa que un pez que come otros peces tendría niveles más bajos de zinc-66 en comparación con el zinc-64, creando marcadores de proporción que pueden ayudar a trazar una secuencia de la cadena alimentaria.

    Los investigadores descubrieron que el besugo, un pez que se alimenta de mejillones y crustáceos, estaba en la parte inferior de la cadena que reconstruyeron, seguido por tiburones más pequeños del género Carcharhinus, de hasta 9,8 pies (3 metros) de longitud, y ballenas dentadas extintas comparables en tamaño a los delfines modernos.

    Más arriba estaban los tiburones más grandes, como el Galeocerdo aduncus, similar a un tiburón tigre moderno, y ocupando el primer lugar estaba el megalodón, pero sus proporciones de zinc no eran tan diferentes como para sugerir una brecha inmensa con los animales de nivel inferior, lo que significa que también podrían haber sido parte de la dieta del megalodón.

    “Basándonos en nuestros nuevos resultados, vemos que estaba claro que podía alimentarse del nivel superior, pero era lo suficientemente flexible como para alimentarse también de los niveles inferiores de la cadena alimentaria”, dijo McCormack.

    Además, los investigadores descubrieron que el megalodón no estaba solo en la cima de la cadena alimentaria, sino que compartía el lugar con otros “supercarnívoros oportunistas” como su pariente cercano Otodus chubutensis y el menos conocido Araloselachus cuspidatus, otro tiburón gigante que se alimenta de peces.

    Esa revelación desafía la suposición de que el megalodón era el único soberano de los océanos y establece comparaciones con el gran tiburón blanco, otro gran oportunista. El hallazgo también refuerza la idea de que el surgimiento del gran tiburón blanco puede haber sido un factor en la extinción del megalodón, según el paleobiólogo Kenshu Shimada, uno de los coautores del último estudio.

    “Se ha planteado la hipótesis de que uno de los factores que contribuyó a la desaparición del megalodón fue el aumento del gran tiburón blanco, que se alimenta de peces cuando es joven y cambia su dieta a los mamíferos marinos a medida que crece”, dijo Shimada, profesor de ciencias biológicas y ambientales de la Universidad DePaul, en Chicago.

    “Nuestro nuevo estudio, que demuestra la ‘superposición de la dieta’ entre el gran tiburón blanco y el megalodón, refuerza la idea de que la evolución del gran tiburón blanco, más pequeño, probablemente más ágil y con mayor capacidad de maniobrar, podría, en efecto haber llevado al megalodón a la extinción”.

    La nueva investigación les permite a los científicos recrear una imagen de la red alimentaria marina que existió hace unos 20 millones de años, según Jack Cooper, paleobiólogo y experto en megalodón, asentado en el Reino Unido, que no participó en el estudio.

    “La imagen general del megalodón ha sido la de un tiburón gigante que comía ballenas”, dijo Cooper en un correo electrónico. “Este estudio agrega una nueva dimensión de que el megalodón pudo haber tenido una amplia gama de presas, principalmente, probablemente no solo comía ballenas, sino todo lo que quisiera”.

    Otro hallazgo interesante, agregó, es que la dieta del megalodón posiblemente variaba ligeramente entre las diferentes poblaciones, algo observado en los grandes tiburones blancos de hoy. “Esto tiene sentido y es algo que probablemente hubiéramos esperado, ya que el megalodón vivía por todo el mundo y no todas sus presas vivían de esa manera; pero es maravilloso tener datos concretos que respalden esta hipótesis”, dijo Cooper.

    El estudio se suma a un creciente conjunto de evidencias que está remodelando las creencias comunes sobre el megalodón y sus parientes cercanos, dijo Alberto Collareta, investigador del departamento de ciencias de la Tierra de la Universidad de Pisa, en Italia, que no participó en la investigación.

    “Esto nos ha llevado a abandonar la reconstrucción tradicional de que los tiburones con megadientes son como versiones ‘infladas’ del tiburón blanco moderno. Ahora sabemos que el megalodón era otra cosa, en términos de tamaño, forma y ascendencia, y también de biología”, dijo Collareta por correo electrónico.

    “Los ecosistemas (paleo) del Mioceno en cuestión no funcionaron de una manera radicalmente diferente en comparación con sus contrapartes modernas, incluso si presentan (…) protagonistas completamente extintos como los tiburones con megadientes”, agregó, destacando lo que consideró la conclusión clave del informe.

    “Dicho esto, sigue siendo útil reconocer que nuestra comprensión del Meg (megalodón) se limita esencialmente a sus omnipresentes dientes, unas pocas vértebras y un puñado de escamas. Lo que realmente me encantaría ver emerger de ‘las brumosas ruinas del tiempo’ es un esqueleto completo del Meg… esperemos que el registro fósil nos sorprenda una vez más”.

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