Por Kevin Liptak, Kaitlan Collins y Jeff Zeleny, CNN
Mientras el presidente Donald Trump trabaja para remodelar drásticamente el gobierno federal, también se encuentra en medio de la transformación de otro aspecto histórico de la presidencia: la Oficina Oval.
Casi ocho semanas después de su regreso al cargo, Trump ha triplicado el número de cuadros colgados en las paredes de su oficina. Estantes y distintas superficies están adornados con banderas, estatuas y adornos.
Y, fiel al estilo que ha mantenido durante décadas, hay oro por doquier: nuevas figuras de oro vermeil en la repisa de la chimenea y medallones en la chimenea, águilas doradas en las mesitas de noche, espejos rococó dorados en las puertas y, en los frontones sobre las puertas, diminutos querubines dorados traídos desde Mar-a-Lago. Hasta el control remoto del televisor al final del pasillo está envuelto en oro.
Incluso, había jugado con la idea de colgar una lámpara de araña en la Oficina Oval, según dos personas familiarizadas con sus planes, aunque eso parece poco probable por ahora.
Todo esto hace que la Casa Blanca recuerde cada vez más a la residencia de Trump en el sur de Florida. Se espera que las obras comiencen en las próximas semanas, ya que el plan de Trump es renovar la rosaleda al pavimentar el césped y convertirlo en una zona de estar estilo patio, similar a la que frecuenta en Mar-a-Lago. El presidente revisó personalmente los planos de la rosaleda recientemente con los conservadores de la Casa Blanca.
Trump ha discutido su visión del espacio al aire libre, originalmente diseñado por la primera dama Ellen Wilson, con los jefes de Estado visitantes mientras caminaban por el Pórtico Sur, según un funcionario de una delegación visitante.
En el Jardín Sur, el presidente espera construir un nuevo salón de baile para celebrar cenas de Estado, inspirado en el de Mar-a-Lago, que a su vez se inspiró en el Salón de los Espejos de Versalles. Ha revisado varios planos desde que asumió el cargo, mostrándoselos a los visitantes y modificándolos. Trump lleva tiempo afirmando que financiará la construcción él mismo —incluso se ofreció a hacerlo durante el Gobierno de Obama—, pero aún no está claro si el proyecto se llevará a cabo en estos terrenos históricos.
“Me mantiene entusiasmado con los bienes raíces”, declaró Trump recientemente a The Spectator sobre las futuras renovaciones. “Pero será precioso”.
Todo esto crea un espacio de trabajo muy al estilo Trump, con el presidente rodeado de muchos más objetos, curiosidades y arte que los hombres que lo precedieron en el cargo. Aunque nunca se ha caracterizado por una estética minimalista, Trump parece sentirse más a gusto entre tanto material: trofeos, arte, papeles y recuerdos.
Trump ha considerado su oficina desde hace mucho tiempo tanto un lugar de exhibición como un lugar de trabajo. Durante décadas, su suite esquinera en el piso 26 de la Torre Trump estuvo repleta de objetos de colección en el alféizar de la ventana y las mesas, con fotografías enmarcadas y portadas de revistas que adornan las paredes. El Despacho Oval, en particular su escritorio, es mucho más ordenado, pero aún evoca el lugar donde se hizo famoso.
Cada agregado de la Oficina Oval, sin importar su tamaño, se produce bajo su dirección, dicen sus asistentes, en su intento de rehacer el espacio como le parece conveniente.
El Despacho Oval es el principal centro de poder de cualquier gobierno, pero desde el regreso de Trump hace dos meses, la sala se ha convertido en una de las más visibles de la Casa Blanca. La utiliza para dialogar con líderes extranjeros visitantes, incluyendo la sesión notablemente hostil con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, como sede para la juramentación de los secretarios del gabinete y como escenario para sus sesiones casi diarias de preguntas y respuestas con la prensa.
“¡Qué sensación tan maravillosa!”, dijo Trump, sentado tras el escritorio Resolute el día de la toma de posesión, cuando le preguntaron cómo se sentía al regresar al Despacho Oval. “Una de las mejores sensaciones que he tenido”.
Trump suele llegar a media mañana desde su residencia, donde suele estar al teléfono desde las 6:00 a.m., y llama a diferentes asesores o aliados para hablar sobre lo que acaba de ver en televisión, leer en el periódico o sobre sus planes para el día. Su personal sabe que lo esperan en el Ala Oeste cerca de las 10:00 a.m.
El espacio al que llega estos días parece el de una galería de arte abarrotada. Si bien supo de inmediato qué retratos quería colgar, Trump también ha revisado catálogo tras catálogo de posibles retratos de la colección nacional para el Despacho Oval, y hojeó páginas plastificadas para decidir cuáles de los retratos de sus predecesores le gustaría que adornaran las paredes del despacho que todos han ocupado.
Tras seleccionar a los hombres que quiere en la pared, pasó a los marcos. Como es habitual en sus preferencias de decoración en sus otras propiedades, Trump suele inclinarse por marcos más oscuros. En total, ha colgado cerca de 20 cuadros en el Despacho Oval, todos de predecesores o estadistas a los que venera o que le inspiran. Joe Biden, en comparación, tenía seis retratos en las paredes, bastante más que Barack Obama, quien colgó dos retratos de Abraham Lincoln y George Washington, pero dedicó el espacio restante a pinturas modernas, incluyendo dos de Edward Hopper cedidas por el Museo Whitney.
Un gran retrato al óleo de Ronald Reagan ocupa ahora un lugar destacado a la izquierda de Trump, sentado en su escritorio. Al otro lado de la sala, un nuevo retrato de Washington cuelga sobre la chimenea: ya no es el pequeño cuadro que colgaba allí cuando Trump llegó en enero, sino un imponente retrato de Charles Willson Peale de 1776, que muestra al primer presidente con una espada.
Casi cada centímetro cuadrado de la pared está cubierto de retratos al óleo de padres fundadores o expresidentes; en algunos lugares, sus marcos casi se tocan mientras compiten por el espacio. La pared de la galería ahora incluye a Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, Lincoln, Andrew Jackson, Franklin D. Roosevelt y James Polk (cedido por el Capitolio).
Aunque muchos presidentes han encontrado la Casa Blanca como una burbuja restrictiva, Trump suele ensalzar la belleza y la grandeza de la mansión ejecutiva, en particular el Despacho Oval. Algunos presidentes han celebrado reuniones de trabajo en las salas Roosevelt o del Gabinete, pero Trump pasa la mayor parte del día dentro del Despacho Oval y en las pequeñas antesalas contiguas, incluyendo un comedor.
Hasta ahora, todos los cambios de este mandato se han centrado en la decoración. Pero durante su primer mandato, Trump presidió una extensa renovación del Despacho Oval y otras salas del Ala Oeste. Las renovaciones, con un costo de US$ 1,75 millones, se completaron mientras disfrutaba de unas vacaciones de verano en su club de Bedminster, Nueva Jersey.
“Encontramos oro tras los muros, algo que siempre supe. Las renovaciones son magníficas”, declaró entonces Trump a la revista TIME. “¿Recuerdan cuánto trabajaron? Querían hacerme feliz”.
A pesar de que se acercan los dos meses de su regreso al poder, Trump sigue añadiendo nuevas piezas de decoración y recuerdos al Despacho Oval. Algunas son rotativas. Otras parecen estar en exhibición permanente.
En la mesa detrás de su escritorio reposa una brillante réplica dorada del Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA, conocido como el Trofeo Jules Rimet. Trump habla a menudo del próximo Mundial, que se celebrará en julio de 2026 en Norteamérica, y la mayoría de los partidos se jugarán en Estados Unidos.
El subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Dan Scavino, uno de los asesores con más años de servicio del presidente, publica actualizaciones ocasionales sobre lo que Trump ha hecho.
“Todo presidente tiene derecho a decorar el Despacho Oval”, declaró a CNN un exfuncionario de la Casa Blanca que trabajó para gobiernos demócratas y republicanos. “Pero su decoración es tan extrañamente poco presidencial que parece más propia de un rey”.
Ha eliminado algunos de los elementos más emblemáticos de la habitación, como las matas de hiedra sueca que solían estar sobre la chimenea. Las plantas descienden de esquejes que el embajador irlandés en Estados Unidos regaló originalmente a John F. Kennedy. Sobre la repisa de la chimenea se encuentran ahora siete objetos de oro, dispuestos en fila, flanqueando un alto centro de mesa de estilo imperio.
Las sencillas mesas auxiliares de madera han sido sustituidas por consolas más vistosas con cubierta de mármol y águilas doradas en la base que sostienen bustos de bronce de Martin Luther King Jr. y Winston Churchill.
Una mesa detrás del escritorio de Trump está cubierta de fotografías, incluyendo la de su madre. El escritorio Resolute, regalo de la reina Victoria y fabricado con madera de un buque de exploración ártica, fue enviado a restaurar el mes pasado. Un escritorio más pequeño ha ocupado su lugar temporalmente.
Junto a él, un cartel que muestra la masa de agua que él rebautizó como “Golfo de América” yace permanentemente sobre un caballete. Copas de oro se encuentran en huecos sobre las ventanas y a lo largo de la pared.
Un pisapapeles dorado de aspecto pesado reposa sobre la mesa de centro, con el sello presidencial grabado en la parte superior y la palabra “TRUMP” estampada en el lateral. En ocasiones, algunos invitados lo han usado como posavasos.
Y puede que haya más por venir. El presidente pasa la mayoría de los fines de semana en Mar-a-Lago y a menudo regresa a bordo del Air Force One con una nueva joya para el Despacho Oval o para otro lugar de honor en la Casa Blanca.
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